jueves, 27 de mayo de 2010

Final de Lost ¿significa que ya no estamos perdidos?


Que LOST haya terminado no significa casi nada.
Fueron 114 capítulos.

Pero en esencia, no pasó nada.
Voy a exponer la teoría (desarrollada por un blogger en Lostnet) sobre una versión PRO, MUY a favor del final de la serie. Y luego otra mucho más creativa.
En la primera, se nos recuerda que una ficción se escribe del final hacia adelante. Y que los huecos (de adelante) se rellenan con buen (o no) material. Todo dentro de una estructura de planteamiento, nudo y desenlace.
Pero que acá no era así (?).
Gracias por avisar... Después de visto, cualquier tonto es listo...
En fin. Que nada de eso valía para esta serie.
Para redondear el concepto, agrega: "Los losties no estaban muertos (en la isla). Se fueron muriendo y pasando a ese universo paralelo y allí han tenido la vida que hubiesen querido".
(chiquito: dice "se fueron muriendo y pasando al universo paralelo": ja-ja. Está bueno eso. Volvimos a Lord Keynes, un economista que decía, "en el largo plazo estaremos todos muertos"...ja-ja.
Según este esquema, que Jack Sheppard (nuestro héroe) tuviera un hijo en esa vida alternativa estaba bueno... Lo que no se entiende qué tendría que hacer el hecho de casarse y separarse en esa vida... alternativa. Si tan bueno era eso y el amor de su vida era Kate, ¡lo hubiera tenido al hijo con ella, qué joder! Para qué eso de tener un hijo y andar separándose de la madre todo dentro de un limbo... más que un limbo, es un Qui-limbo o casi, casi un qui-lombo... ¿no?
Sigamos con esta particular (pero no desdeñable) interpretación: "La isla y el misterio ERAN LA EXCUSA..."
La isla era un Mc Guffin. Para los que no están acostumbrados, Mc Guffin era un invento del maestro Hichkock para hacer perder el rumbo de los que seguían la historia. Un cebo... un caza-bobos. Un desviar la atención
¡QUé importaba si quedaron misterios sin resolver! En rigor fueron cerca de un centenar de preguntas y cuestiones abiertas que nunca serán respondidas.
PERO HAY OTROS QUE SÍ SE ROMPIERON LA CABEZA E HICIERON LOS DEBERES.

Fíjense lo que escribió otro blogger sobre el eventual final.

Supongamos que el universo alternativo, en vez de Lindelof y el otro guionista apareciera un escritor como la gente y escribiera este final...

¿Qué les parece?

Véanlo y denme la razón...



Deberían haberse centrado en la isla, y dar una explicación de la misma, como por ejemplo que la luz fuera el origen de la vida, que fue depositada en la isla por ¿unos personajes con cuatro dedos? (y así explicamos lo de la estatua) en la época de los egipcios. De ahí se explican toooodos los misterios y cosas raras que ocurren por ahí. Pero hay que proteger esa luz porque tiene mucho poder, y mal utilizada podría suponer el final del mundo (no debe caer en manos de Widmore, por ejemplo).
Lo del humo es una especie de maldición al hermano de Jacob por intentar manipular la Luz. Está atrapado en su forma de humo y sólo puede ocupar el cuerpo de otros (Locke-que por otro lado siempre ha tenido un lado un poco oscuro).
Lo otro es una realidad paralela surgida cuando detonaron la bomba.
Por las propiedades especiales de la isla, se creó una línea temporal alternativa (y en este punto yo eliminaría los cambios de los personajes como el hijo de Jack, etc) Cada uno sigue con su vida y, por alguna razón, todos acaban más o menos cambiando sus vidas y dejan de estar “perdidos”.
Mientras tanto, en la isla continúa la otra realidad, viviendo aventuras muy extrañas y, descubriendo poco a poco los misterios de la isla.
Volviendo a la realidad paralela, inexplicablemente los pasajeros del Oceanic de Australia se van cruzando unos en las vidas de los otros, como por una fuerza del destino inexplicable (la línea temporal principal, la de la isla, atrae como por “magnetismo” la realidad paralela, que es la “secundaria”) y van descubriendo que tienen una vida en común, una vida que en realidad no existió en su línea temporal, y que poco a poco van conociendo a medida que se juntan. Se dedican a investigar el paradero de la isla, tal y como antes hacía Widmore, pero con la finalidad de encontrar respuestas.
Finalmente, y volviendo a la isla, los Losties se convierten en los Otros, crean ahí su hogar, establecen nuevas reglas, e intentan contener al monstruo y proteger la luz. Pero, de repente… se estrella un avión…….he entrado en un bucle… bueno es una idea..."

Genial idea, diría yo

lunes, 24 de mayo de 2010

Leandro De Sábato. El que siente como propia la vergüenza ajena...


¡Qué lindo nene, este De Sábato, eh!

Juega en Estudiantes de La Plata y en cada trifulca campera que hay... lo tienen anotadísimo.

No le alcanzó ir preso en Brasil una vez por discriminador.

No.

Siguió y sigue con esa actitud.

Cada vez que hay peleas, "De Sábato presente".

Pero más notable es cómo los colegas dejan que hable. (él, De Sábato, claro está habla e intenta justificarse).
A Orteguita lo trató de... borracho. Sí. Ya sabíamos que lo era. Pero ¿hacía falta?

"Tengo vergüenza ajena cuando veo los hechos ocurridos", dijo sin vergüenza propia este especimen increíble.

¿Nadie fue capaz de advertirle que la vergüenza que él debiera sentir ES SOLAMENTE DE ÉL?

Es él Y NADIE MÁS el que debe sentirla.

Es SU PAPELÓN...

No el que cometen otros.

Resulta más interesante cómo nadie le pregunta nada al Gran Sabella.
El super DT que hizo grande a Estudiantes.
En realidad, todos deberían saber que simplemente cosechó la base que le dejó Leo Astrada.
Sabella tomó el equipo y lo sacó campeón de América y jugó contra el Barcelona y perdió al final.
Estos méritos no debería obnubilar a los observadores.
Sabella sigue manteniendo a Leandro "vergüenza-ajena" De Sábato.
Pero echó a Calderón un jugador que aclaró después de esa final contra el Barcelona, que se fue de Estudiantes porque Sabella le dijo: "No solo no te llevo. Tampoco integrarás el equipo ni siquiera en el banco de suplentes".
Un gran motivador.
Eso sí. Caldera tuvo su pequeña venganza. Y hubo justicia, digámoslo sin problemas.
Mientras no retenía un jugador valioso como Calderón seguía insistiendo con un jugador que trata de "negro de m..." o "borracho de m..." a los rivales.
En fin, esto habla mucho más de Sabella que del propio De Sábato.

domingo, 2 de mayo de 2010

Y se va la última, Nahuel... el que saca es para él


Eduardo Galeano (foto) se entera de que un tipo usó su nombre y publica un libro con supuestos "prefacios" suyos.
Ese es Nahuel Maciel (ver dos posts anteriores).
Y Galeano se fastidia mucho. Pero los resultados de su enojo serán mucho menos grandes que su decepción.
No logrará nada.
Nahuel puede seguir con sus mentiras tranquilamente por el mundo porque para los jueces no está cometiendo ningún tipo de delito.
Desalentador, ¿no?
Galeano Le da instrucciones a su abogado para reclamar.
Y... ¡nada!
Nada de nada.
En los sitios asinorum.com y en patriagrande.net coinciden en este devastador texto.
“En una biblioteca universitaria de Estados Unidos, me enteré de que yo era autor del prólogo de un libro de Nahuel Maciel, publicado en Buenos Aires por las ediciones El Cronista. Como nunca escribo prólogos, el asunto me llamó la atención.
El prólogo, firmado por Eduardo Galeano “en Montevideo, a los 76 días de 1992″, comienza advirtiendo que “es tarea y es propio de los maestros prologar las obras de sus discípulos, pero lo cierto es que no considero a este joven periodista como un discípulo, puesto que casi siempre es él quien me enseña”. Y a continuación, el enseñante enseñado descerraja varias páginas de elogios en un estilo inflado por las citas ilustres y el noble sentido de la gratitud. Aunque ya había pasado algún tiempo desde la publicación, decidí recurrir a la justicia. Por intermedio del doctor Finkelberg, que tiene experiencia en estos menesteres, hice la denuncia penal en Buenos Aires. Yo pensaba que el sentido común tenía algo que ver con el derecho, pero los representantes de la ley me sacaron amablemente del error: el fiscal, doctor Ballesteros, consideró que ese prólogo no constituye propiedad literaria digna de protección, puesto que yo nunca lo escribí, y el juez, doctor Calvete, puso punto final al malentendido al establecer que no existe defraudación por cuanto el prólogo no perjudica mi patrimonio.
Mi buena educación me impide recurrir a la ley del Talión, ojo por ojo, diente por diente, prólogo por prólogo, y me obliga a aceptar un veredicto que consagra, una vez más, la impunidad de los caraduras. Por respeto a la justicia, tendré que resignarme. Haré todo lo posible por creer que ese prólogo me pertenece y hasta quizás, con los años, podré empezar a quererlo. No será fácil, porque es horroroso. Pero uno se acostumbra. Ya me había pasado algo parecido con la Enciclopedia Larousse. Allí figuro con una fecha de nacimiento, 1920, que me agrega veinte años de vida. Pedí que corrigieran la errata. En una edición posterior, me hicieron una rebajita, y pasé a nacer en 1924. Mi papá, mi mamá y mis documentos aseguran que yo nací en 1940, pero es tanto mi respeto por la Larousse que desde hace algún tiempo estoy sintiendo los achaques de la edad que me atribuye. ”.
FINAL EVALUATIVO.
La situación de Galeano es cuanto menos curiosa. Según la sentencia, al no haber perjuicio económico sobre el autor, no hay qué reclamar. Se entiende que los derechos de autor se limitan al ámbito económico. Tras la sentencia firme, es como si, en cierto modo, se confirmara su autoría sobre esa parte del libro.
El tiempo es olvidadizo.
El libro de entrevistas se firma como obra de Gabriel García Márquez, el prólogo se confirma como obra de Eduardo Galeano. Quizás nuestros nietos vean reimpresiones de El elogio de la utopía. Quizás los nietos de Galeano cobren dinero de los derechos de autor sobre el prólogo que no escribiera su abuelo.

Y un día, Nahuel volvió al periodismo


Valiosísimo aporte del periodista uruguayo Antonio Ladra citado en La Coctelera.

Logró entrevistar a Nahuel Maciel (no es indio, naturalmente y tampoco tiene ese nombre)

Bueno, este creíble sujeto sigue en el mundo de las letras.

Valen sus palabras.

Por primera vez, habla Nahuel Maciel Luego de los episodios de 1992, Nahuel se recluyó en la provincia de Neuquén. “Unos amigos me vinieron a buscar y así como estaba, con lo puesto me llevaron a Neuquén en donde pasé un largo tiempo intentando comprender por qué hice lo que hice”, recuerda. Un buen día, Nahuel abandonó el ostracismo.
Nahuel Maciel ejerce hoy el periodismo en el diario El Argentino de Gualeguaychú. Dice que allí es respetado por sus colegas, sus jefes y sus fuentes de información. “La lógica es que yo me dedicara a otra cosa, que fuera almacenero, quiosquero…pero un amigo me dijo ‘si la palabra te condenó, que la palabra te redima’ y decidí reinsertarme en la profesión”, comenta. Además de trabajar en el diario entrerriano, colabora en el sitio de internet “Nuevo Siglo” al cual fue invitado por Taffetani. “Le quise dar una segunda oportunidad” explica. El DsD logró hablar con Nahuel, quien se rehusó a opinar sobre los directivos de El Cronista durante su paso. “Es la primera vez que hablo de esto, entiendan que para mí es muy duro”, le comentó Nahuel al DsD.
Posteriormente a todo lo ocurrido en El Cronista, el DsD pudo saber que Nahuel no es mapuche como él dice. “Se fraguó un pasado totalmente falso”, comentó su amigo Taffetani. El se rehúsa también a hablar de eso. “El tema Mapuche es irrelevante en esta historia y pertenece a mi intimidad”, dice.
Tampoco se llama Nahuel Maciel, se trata de un seudónimo inventado, mientras contaba que pertenecía a esa comunidad indígena. Pero también se niega a decir su verdadero nombre. “Mi nombre en el DNI no es Nahuel, de todos modos, no utilizo el nombre Nahuel de manera ocasional sino en cada situación cotidiana. En mi familia, mis hijos, mi ámbito laboral y de actuación es así como me reconozco y me reconocen. Y si bien técnicamente y en un plano de especulación luego del escándalo de 1992 podría haber utilizado mi nombre ‘legal’, nunca creí sano esconder quien soy. Esta historia forma parte de mi vida y asumirla como tal no implica convalidarla pero tampoco negarla”, asegura.
Como se dijo antes, Nahuel dice que nadie le abrió las puertas de El Cronista, que fue por su propia voluntad. Asegura que las notas “se las proponía a Silvia Hopenhayn, generalmente tenía autonomía en las propuestas”. Continúa creyendo la historia del “Museo de la subversión” y se muestra arrepentido de sus andanzas.
A continuación, la entrevista que el DsD le realizó a Nahuel Maciel, quien aceptó contestar escuetamente un cuestionario vía e-mail:
- ¿Cuál fue la responsabilidad de los directivos del diario en la historia?- Me reservo la opinión porque nunca lo conversé con ellos.
- ¿En ningún momento se te ocurrió parar con la fabulación?- No se trató de una decisión, como quien hace una opción o una valoración. Fue algo que no pude controlar. Seguramente -y a la distancia lo reflexiono- no tuve la capacidad suficiente para aceptar la realidad o mis propias limitaciones. Y sin que signifique un conformismo o una expresión vanidosa, hoy siento que es a través del reconocimiento de mis límites -y limitaciones- que me puedo expandir y desarrollar. No tengo atenuantes ni defensa. Desde entonces estoy muy feliz que esa historia para mí haya quedado superada y muy agradecido que en mi comunidad hoy no sea un impedimento para formar parte de la sociedad a la que pertenezco.
-¿Qué pensás de lo que hiciste?- Hoy, es decir, desde entonces, hacer las cosas bien y consolidarlo en la realidad no me cuesta un gran esfuerzo, razón que me convence que no tuve ningún justificativo para aquello. Obviamente que está muy mal lo que hice. Pero la vida no es una imagen congelada de un momento; es - por definición-dinámica, animada y por eso mismo susceptible de cambios.
- ¿Cómo fue el episodio del “museo de la subversión” en Tucumán?- A principio de abril de 1992 fui a San Miguel de Tucumán en calidad de enviado especial. Supuestamente me iba a encontrar con un periodista recomendado por la dirección del diario quien me daría apoyatura fotográfica. Logré contactarme con él pero no se animó a sacar las fotos. Había viajado con una máquina fotográfica por las dudas, así que fui solo al Museo Policial de Tucumán. Allí fotografíe varias vitrinas que exhibían a manera de “trofeos de guerra” una serie de frascos con cloroformo conteniendo dedos de pies y fetos con la inscripción de que pertenecían a “subversivos”. Además, había otras vitrinas que exhibían otros elementos supuestamente secuestrados “a la subversión” como jarras de aluminio y recuerdo muy bien incluso que exhibían poemas de Pablo Neruda como “material subversivo”. El artículo se publicó y generó un escándalo político en la gobernación de Ramón Ortega, a pesar de que el museo fuera fundado por el general Domingo Bussi. No fue fácil llegar a Buenos Aires con las fotos. Primero muchos rollos, tres o cuatro no recuerdo bien, me fueron arrebatados algunos en el propio Museo y otrosen la vía pública. Como había logrado sacar del Museo al menos dos rollos escondidos entre mis pertenencias, uno alcancé a despacharlo por encomienda a mi dirección en Capital Federal y al otro lo tenía conmigo porque intuí que vendrían a registrarme para saber si tenía más rollos. La gobernación mandó a clausurar el Museo y unos días después convocó a una rueda de prensa y mostró sus instalaciones y obviamente habían retirado los carteles que hacían referencia a la “subversión”, aunque exhibieron los frascos con formol con piezas humanas y otras vitrinas con “elementos secuestrados”. Cuando volví de Tucumán y al enterarme que convocarían a una rueda de prensa, pretendí regresar pero se evaluó que no era conveniente para mi seguridad. Y el rollo que llegó a Buenos Aires luego la Justicia, a través de un allanamiento a la redacción, secuestró los negativos y las fotos-papel existentes y nunca más supe del tema. Eso es lo que recuerdo a grandes rasgos.
- ¿Cuál es tu opinión de Diament y Barone? ¿Qué les dirías a Diament, a Barone o a Hopenhayn si tuvieras la oportunidad?- No creo que sea sano expresar mi opinión sobre ellos en este espacio. Primero porque no he hablado con ellos y me parece de muy mal gusto hacerlo de esta manera. Si alguna vez nuestros caminos se cruzan y la oportunidad es propicia, entonces hablaré con ellos. Pero, reitero, no me parece oportuno ni siquiera especular con un diálogo imaginario.
- ¿Qué hacés hoy en día?- Estoy radicado desde el año 1994 en Entre Ríos. Desde hace aproximadamente cinco años trabajo en el diario El Argentino de la ciudad de Gualeguaychú y es el segundo medio en importancia de la provincia, además suelo colaborar en otros medios. Ejerzo el periodismo en una empresa y en una comunidad donde los constructores de sociedad conocen mi antecedente disvalioso. No obstante, me han permitido o ayudado a desarrollarme personal y profesionalmente como una oportunidad valiosa para mi vida; y me siento reconocido en lo que hago. Obviamente no fue fácil demostrarme y demostrar que había cambiado, pero tampoco imposible.
- ¿Qué enseñanza sacás y pretendés transmitir de aquella historia?- Siempre estoy aprendiendo. Fundamentalmente la experiencia no se limita a aquello que alguna vez nos pasó, sino esencialmente a lo que hacemos con lo vivido. Las enseñanzas en todo caso implican una constelación de valores y actitudes. Desde la necesidad de tener confianza como paso previo para cualquier construcción humana y social; hasta una revisión de vida más integral que me impulsa hacia adelante sin perder la memoria. Hay límites claros y clave que es preciso no traspasar porque no siempre se vuelve de un error o de una actitud disvaliosa. No obstante, hay que perseverar (no como una obsesión sino como una constancia) para no reincidir. Y aún así, digo, a pesar de los doce años transcurridos y la solidez del presente pareciera que no alcanzara. Cuando esto ocurre es preciso discriminar la memoria del rencor. Lo que podría llamarse una segunda oportunidad depende de uno mismo, aunque en esto también es enriquecedor el grado de tolerancia de la comunidad en la que uno está inserto. En los primeros tiempos, luego de 1992, aunque tuviera intensas ganas de hablar de ética, naturalmente me nacía un freno más que una autocensura. Con el tiempo aprendí que también puedo expresar mi punto de vista sobre la ética, justamente porque ahora he podido madurar la situación de haber estado, si se me permite la expresión, en ambos lados y saber lo que a una persona le pasa cuando pierde los parámetros de los valores.
- ¿Estás arrepentido?- Sí, estoy arrepentido y tenerlo presente me permite siempre estar más seguro sobre lo que debo hacer.
Esta es la historia de “Nahuel Maciel”, el primer gran fabulador descubierto en un diario nacional. Al menos hasta que los archivos sean actualizados. Los lectores sabrán discriminar las responsabilidades del caso. Por cierto, los medios gráficos siempre están ávidos por tener en sus páginas a las mejores plumas de Latinoamérica.
Aunque en algunos casos, sea una gran ficción

La increíble historia de Nahuel Maciel


Me comuniqué con Gonzalo Peltzer (Paper Papers) y le conté la historia del mitómano italiano. Y me recordó -al toque- "mirá que tuvimos uno de origen nacional".

Y al rato otro mensaje: "Se llamaba Maciel".

Y sí, era Maciel.
El Dibenedetto argentino. El Glass bien "gauchito".
Me atrevo a citar la historia de este mitómano y aunque parezca una contradicción recurro a un sistema que él tantas veces usó: utilizo otras fuentes.
Sólo que las cito. En este caso, una nota de Carina Risso Patrón en Infobrand.
Excelente por donde se la mire, reconstruye la historia de este indio macaneador. Ahí va...
(Entre nosotros: no me extraña que haya recalado en Gualeguaychú ya que állí hace falta mucha imaginación para entender que los uruguayos NOS tienen que pedir a nosotros PERDÓN por el cierre de un puente luego de cuatro años)
El gran fabulador
por Carina Risso Patrón
MIERCOLES 01 DE SEPTIEMBRE DE 2004
Nahuel Maciel es el primer periodista fabulador de un diario nacional: publicó reportajes fraguados a las más importantes figuras de la literatura latinoamericana, trabajó en el diario El Cronista Comercial entre 1991 y 1992 y llegó a publicar un libro de conversaciones con García Márquez, prologado por Eduardo Galeano, totalmente inventado.
Actualmente ejerce el periodismo en un diario de la provincia de Entre Ríos.
Recientemente el sitio Diario sobre Diarios resucitó la historia de Nahuel Maciel que particularmente es muy conocida en el ambiente periodístico porteño. Maciel fue el primer antecedente importante de un periodista fabulador en un medio gráfico del siglo pasado. Los ribetes cómicos e increíbles de la trama fueron contados por algunos de los testigos de las andanzas de Maciel. La historia comenzó en el año 1991. El lugar de los hechos fue el diario El Cronista Comercial, en aquella época en manos del empresario Eduardo Eurnekian. Como director del matutino había llegado el periodista Mario Diament en reemplazo de Enrique Szewach, y en su gestión intentó la difícil tarea de darle al diario especializado en temas económicos, un barniz “progresista”. En ese sentido, fue quien desarrolló con mayor preponderancia a la sección política y al suplemento cultural. Por esa época, Eurnekian también editaba el vespertino “Extra”, dirigido por entonces por el periodista Orlando Barone. Hasta la redacción de la calle Honduras 5665 arribó una calurosa tarde de fines de 1991, Nahuel Maciel (“nadie me abrió las puertas de El Cronista, me mandé sólo”, recuerda hoy). Allí pidió hablar con la editora del suplemento cultural, Silvia Hopenhayn. Maciel colaboraba en aquel entonces con la revista que dirigía el periodista Oscar Taffetani “Las Palabras y las cosas” y le mostró a Hopenhayn algunas de las notas con su firma. Diament en 1996 señaló en referencia a él: “Era de baja estatura, cuerpo enjuto y una mirada inocente enmarcada entre rabiosos mechones de pelo lacio y una barba intensamente negra. Traía, según dijo, una recomendación de Eduardo Galeano y otra del escritor Oscar Taffetani, de la revista El Porteño y se presentó como un indio mapuche que había escrito artículos para "Le Monde", de París y "The National Geographic", algunas de cuyas fotocopias traía consigo para probarlo. Venía a ofrecer – dijo – una entrevista con Mario Vargas Llosa que había realizado vía fax, lo cual, para una editora que acaba de ver pulverizarse la nota principal del suplemento, caía como maná del cielo”. Diament explicó que “Hopenhayn vino a verme a mi oficina a proponerme la nota. Mi primera reacción fue, obviamente, de asombro. ¿Un indio mapuche que hace entrevistas por fax? El concepto no podía resultar más fascinante. Tenía ese contraste que tanto nos seduce a los periodistas: esa mezcla del mundo primitivo y la hipercivilización. Le pedía a Silvia que me trajera los originales del fax, cosa que hizo, y se asegurase de que las referencias fueran verdaderas. Hopenhayn no logró hablar con Galeano pero sí se comunicó con Taffetani, quien dijo conocer a Maciel y confirmó que se trataba de alguien con legítimos antecedentes periodísticos. Ahí estaban, por otra parte, las fotocopias de sus notas en Le Monde. Con estos elementos, tomamos la decisión de publicar la entrevista”. Diament, un periodista experimentado, y –según los que lo conocen- talentoso, pecaba de ingenuidad. Mientras, en la redacción de El Cronista, algunos periodistas comenzaban a desconfiar de Nahuel. “¿Cómo hace para hacer entrevistas por fax y repreguntar?” se intrerrogaban. “Yo a este tipo no le creo nada, ni que sea mapuche”, rumiaba por la redacción el periodista de la sección “internacionales”, Aníbal Maturi. Mientras, el entonces periodista de la sección “espectáculos” Antonio Birabent les comentaba a sus colegas: “El otro día el indio me mangueó 50 mangos, le pedí que me los devuelva y se hace olímpicamente el boludo”. Claro que desde siempre, en todas las redacciones de nuestro país era habitual el “magueo” entre los colegas. Una tarde, Nahuel apareció en la redacción con un reportaje a Gabriel García Márquez, que fue la tapa del suplemento cultural y mereció también una mención en la portada del diario. El reportaje fue ilustrado por el entonces dibujante de El Cronista, Raúl Perrone, quien - dicho sea de paso - no le tenía la menor simpatía a “el indio”. Según Diament, “Era bastante largo y hubo que hacerle numerosos cortes. Mientras revisaba los cromalines, le dije a Silvia (Hopenhayn) que, de haber sido un poco más extenso, habríamos podido hacer un libro con esa entrevista”. Nahuel escuchó el comentario y aseguró que podría intentar volver a hablar con García Márquez para ampliarlo. Mientras, Nahuel seguía publicando reportajes a grandes personajes de la literatura. Salieron también en ese suplemento cultural –que por esos días era la envidia de sus competidores de otros diarios-, reportajes a Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Umberto Eco, Ray Bradbury, etcétera. Y la figura de Nahuel crecía en la redacción con el aura indígena y sus maravillosas conversaciones con los grandes pensadores de la humanidad. Sin embargo, dentro de la redacción, ya conformaban una legión los periodistas que dudaban de la autenticidad de los reportajes de Nahuel. En el “fumadero”, un pequeño cuarto a donde acudían a fumar los periodistas, ya que en la redacción estaba prohibido, se escuchaban frases como “muchachos, parece que Nahuel le hizo un reportaje al Che Guevara” y las carcajadas posteriores. Sin embargo, los jerarcas de entonces parecían no ver lo que muchos ya comentaban en voz alta. Así fue como el día que Nahuel publicó un reportaje a Carl Sagan, le dijo a Diament que había hablado con García Márquez, y que el colombiano había aceptado gustoso ampliar el reportaje para convertirlo en un libro y que también había logrado el compromiso del uruguayo Eduardo Galeano, para que le escribiera el prólogo. Diament recuerda: “Para una editorial que hasta entonces se había especializado en libros económicos y que ahora se disponía a incursionar en el mercado literario, empezar con un libro de conversaciones con Gabriel García Márquez resultaba de una súbita bonanza, de modo que no fue difícil convencer a los responsables de publicar el libro. Como la autoría pertenecía a Maciel, quien asumía toda la responsabilidad, no fue necesario, al parecer, recabar el permiso de García Márquez. El manuscrito se completó a fines de enero y entró a imprenta inmediatamente, con la idea de lanzarlo durante la Feria del Libro”. Daniel Della Costa, por entonces secretario de redacción del diario, preguntaba: “¿Están seguros de lo que van a hacer”, y recibía tanto de Diament como de Barone respuestas elogiosas hacia el trabajo de Nahuel Maciel. Diament se defiende diciendo que “los veteranos de la redacción comenzaron a hacer alusiones a su mitomanía; pero, como esta suele ser una reacción común en las redacciones frente a quienes se aventuran a hacer cosas novedosas y como los comentarios destilaban, además, un inconfundible olorcito a racismo, respondía diciendo que si alguien tenía pruebas concretas, que las trajera. Entre la competencia –los responsables de los suplementos literarios de Clarín y Página/12– sus columnas se leían con una mezcla de envidia y sospecha, pero nadie se aventuró nunca a afirmar abiertamente que lo que publicaba Maciel fuera plagiado o apócrifo”. Pero antes de la presentación del libro de conversaciones con García Márquez hubo otro hecho extraordinario. A Diament le había llegado la versión de que en Tucumán existía un “museo de la subversión”, en el cual los militares bussistas guardaban “trofeos de guerra” arrancados supuestamente a los guerrilleros del ERP durante el “Operativo Independencia”. Diament le dijo al jefe de Política, Horacio Finoli, que sería importante mandar a un periodista a investigar si la versión era cierta. La decisión de enviar a un periodista se tomó entonces un jueves, día que para los periodistas de El Cronista es como un viernes, ya que, como el diario no sale los fines de semana, los francos eran viernes y sábados. Finoli le preguntó a su segundo en la sección, Alberto Valdez, quien se negó a ir “en primer lugar porque me parecía un delirio, pero además no me quería clavar un fin de semana en Tucumán”, recuerda. Finoli entonces intentó con otros periodistas de la sección, pero nadie quiso hacerse cargo de la cobertura. “Gordo, esto es un delirio, ¿te parece embarcarnos?” le preguntó Valdez a Finoli. “Es que Mario quiere que sí o sí se cubra” respondió. Mientras seguían evaluando quién podría ir a cubrir el hecho, Diament fue a la sección Política y avisó: “Ya está. Va Nahuel”. Las caras de Finoli y Valdez obligaron a que el director les dijera: “¿Ustedes no le creen nada a éste?”. “Nada”, respondieron a coro. Diament desoyó las consideraciones y Nahuel partió hacia Tucumán. El domingo siguiente llegó con la historia. Había descubierto el “Museo de la subversión”, y no sólo eso. Había logrado sacar fotos. El editor de fotografía de ese entonces, “Coco” Núñez, reveló el rollo que le entregó Nahuel y al rato salió de su oficina riéndose y diciendo “esto es insostenible”. En la foto había militares mostrando huesos, una foto de un pie en el que estaba desprolijamente tallada la leyenda “NN” y una foto de un feto de un “subversivo”. “Esto es una locura”, dijo Finoli resignado. Sin embargo, la foto del pie y del feto y la historia del “Museo de la subversión” fueron la tapa de El Cronista de ese lunes. El tema tuvo una repercusión impresionante. Comenzaron a salir cables de agencias nacionales e internacionales. Nahuel salió por varias radios porteñas y del interior del país contando la historia del macabro hallazgo. Los canales de televisión mostraban las fotos del horror y “levantaban” los párrafos más salientes de la nota de Nahuel. Pero al día siguiente, por la tarde, todo se derrumbaría. El entonces gobernador de Tucumán, Ramón “Palito” Ortega, llamó a una conferencia de prensa para desmentir rotundamente lo publicado por El Cronista. Dijo que en la provincia no existía tal museo y que se trataba de una “operación burda”. Los organismos de derechos humanos –que habían mantenido un prudente silencio-, contactaron a sus representantes en la provincia y constataron que se trataba, en el mejor de los casos, de un disparate, y en el peor, una operación de sectores bussistas contra Ortega. Página/12, el diario que más espacio le brinda a la temática relacionada con los derechos humanos, tampoco había “levantado” ni una línea de lo publicado en El Cronista. A fin de cuentas, el “Museo de la subversión”, no existía. El Cronista desistió seguir con el tema y nunca hizo una autocrítica por lo publicado por Nahuel desde Tucumán, lo que lo había convertido en el hazmerreír de la prensa en aquellos días de 1992. Nahuel, hoy, sigue sosteniendo que todo fue verídico. En la nota publicada en 1996 en la revista Noticias, Diament omite ese hecho en la “vida” de Nahuel Maciel. El periodista Oscar Taffetani –que había sido acusado por Diament de haber “recomendado a Nahuel”-, se lo quiso recordar en una carta que envió a la revista de editorial Perfil, pero Diament le pidió por favor que no recordara el tema del “Museo de la subversión”, según Taffetani. Entonces, Noticias publicó sólo un extracto de la misiva. La carta completa de Taffetani decía lo siguiente: “No sólo fueron literarios los embustes de Nahuel. Diament olvida el caso del museo policial de Tucumán, en el que supuestamente se exhibían en formol ‘pies de subversivos’, ‘fetos de subversivos’ y otras horripilancias (sic). Su enviado a cubrir aquel hecho fue, justamente, Nahuel Maciel. ¿No hubiera sido más aconsejable enviar a un cronista de política, a un periodista experto? La avidez de ‘noticias’ –aunque se tratara de ficciones-, nuevamente lo traicionó”. Una pregunta fatal Recién a esa altura de la historia Diament reconoce que se empezó a preocupar: “Una tarde, Nahuel se me acercó en la redacción para preguntarme si me interesaba una entrevista con el premio Nóbel israelí Samuel Agnon. - ‘¿El quiere hacerla?’, le pregunté. - ‘Bueno, se puede intentar’, me respondió, masticando su bigote como solía hacerlo. ‘Tengo buenos contactos’. - ‘Tienen que ser muy buenos’, le dije, ‘porque resulta que Agnon está muerto’. Se quedó cortado un momento y luego murmuró: ‘No lo sabía’”. Luego Diament se puso en campaña para averiguar si la mitomanía de Nahuel era efectivamente cierta. “Nahuel todavía alcanzó a colocar una entrevista con el uruguayo Juan Carlos Onetti en El Cronista Cultural, antes de que se impusiera una veda a la publicación de sus notas. Para entonces, su status legal dentro de El Cronista había pasado a ser de colaborador permanente, y no era posible prescindir de él sin pagarle una considerable indemnización, de modo que, si queríamos despedirlo, debíamos documentar su delito”, cuenta el entonces director. Y prosigue con otra anécdota: “Silvia Hopenhayn tenía en su cajón una entrevista que Nahuel afirmaba haberle hecho telefónicamente a Milan Kundera, y le exigí que me trajera la cinta grabada. Nahuel dijo que lo haría, pero comenzó a demorarse con toda clase de pretextos. Cuando creíamos que finalmente nos habíamos librado de él, apareció un día en la redacción, esgrimiendo triunfalmente un casete. Nunca sabremos si quien hablaba era Kundera. Tampoco sabremos el origen de la grabación. Pero la voz que salía del grabador se expresaba en un francés perfecto, con un fuerte acento del este europeo, y decía precisamente las cosas que contenía el presunto reportaje a Kundera. A pesar de ello, la entrevista no se publicó”. Y en los días siguientes se desencadenó el final. Un escritor santafecino, Carlos Roberto Morán, llamó a Orlando Barone para comentarle que recordaba haber visto la misma entrevista que Maciel le había hecho a Onetti, publicada en otra parte. Morán envió las fotocopias y según Diament, “pertenecían, efectivamente, a una entrevista a Juan Carlos Onetti, incluida en un libro de la periodista uruguaya María Esther Gillio. Maciel había copiado el texto literalmente”. Diament confrontó a Nahuel con las evidencias y le pidió explicaciones. Nahuel respondió que el propio Onetti le había autorizado a usarla. Aseguró que se comunicaría inmediatamente con el escritor, quien vivía entonces en Madrid, para pedirle que confirmara esto por fax. “Aun cuando el Papa la hubiera autorizado, esto sigue siendo un plagio”, le dijo Diament. Le preguntó si las anteriores entrevistas también provenían de un procedimiento similar, y Nahuel insistió que todas eran legítimas. “Esta se hizo así porque Onetti está muy enfermo. Pero él le va a mandar un fax confirmando esto que le he dicho”, le dijo. El fax de Onetti nunca llegó. Lo que sí llegó días después fue una demanda del sacerdote Mamerto Menapace de quien Nahuel había copiado cada palabra para el libro de las supuestas conversaciones con García Márquez. A pocos meses de su lanzamiento, el libro debió ser retirado subrepticiamente de la venta cuando se estableció que las introducciones de Nahuel Maciel a cada uno de los 12 capítulos fueron plagiadas palabra por palabra del libro "Prior de la Ciudad de los Toldos", escrito por Menapace. La única contribución de Maciel a estos prefacios supuestamente personales, consistió en reemplazar la palabra “Dios” por la palabra “utopía” ante cada ocurrencia. El libro fue retirado de circulación, y la edición, quemada ante escribano público. Y el hecho abortó la salida de Ediciones El Cronista al mercado literario. Diament fue a verlo a Maciel con el libro. “Por primera vez lo vi empalidecer”, dice. Nahuel admitió todo. “Es cierto, es un plagio” le dijo. El entonces director le dijo que tendría que ir a la redacción a firmar una serie de documentos donde asumía la total responsabilidad por sus actos y que retirarían inmediatamente el libro de circulación. Nahuel estuvo de acuerdo. Camino a la redacción, Diament le preguntó por qué había hecho un plagio tan burdo. “Uno a veces tiene impulsos que no controla…Como los que se sienten impulsados a matar. La verdad es que no sé por qué hago estas cosas…”, le dijo Nahuel.

Poniendo globos en la boca de otros


Hacer una entrevista periodística constituye un desafío mayor.
Es un género fantástico (en el sentido de maravilloso) pero para algunos tira para fantasioso.
Porque en vez de HACER las entrevistas prefieren inventarlas.
El caso de Stephen Glass que trabajara en The New Republic es arquetípico.
Su historia se plasmó en Shattered Glass (la historia del periodista) una película por demás interesante y que -adicionalmente- planteó el tema de los riesgos de aquellas publicaciones que no utilizan fotos, ya que sólo publicaban dibujos: la imagen de cámara fotográfica (en rostros y nombres preferencialmente) le da un plus de credibilidad a las notas.
Lo que se denomina "VEROSIMILITUD".
Bueno, ahora resulta que tenemos más familiares de Glass que se suman.
Uno se llama Tomaso Debenedetti.
Debenedetti, el periodista italiano que parece haber inventado de la nada una larga serie de entrevistas a escritores famosos, incluidos varios premios Nobel, está a punto de convertirse en el escándalo periodístico de la temporada.
El asunto estalló con una entrevista -auténtica- que Paola Zanuttini le hizo al escritor norteamericano Philip Roth, publicada en La Repubblica del 26 de febrero pasado. Al ser interrogado sobre unas supuestas declaraciones anti-Obama recogidas por Debenedetti, Roth se confesó indignado: “Nunca he dicho nada de eso. Es grotesco, escandaloso. Es todo lo contrario de lo que pienso. Obama me parece fantástico. (…) Estoy muy molesto con estas declaraciones que se me atribuyen. Yo nunca hablé con ese medio. Niego todo. Ahora mismo llamo a mi agente.”
El autor de Indignación se lo tomó en serio. Y el caso ha adquirido resonancia internacional a partir de una serie de artículos de Judith Thurman este mes en The New Yorker: “Roth falsificado”, “Otra entrevista falsa: Gore Vidal,” “Más entrevistas falsificadas”). El último entretenimiento de los periodistas culturales en Italia es compilar bibliografías de todo lo publicado por Debenedetti, y especular sobre cuáles son las verdaderas.
Hasta el momento, además del de Roth, hay desmentidos oficiales de John Grisham, Toni Morrison, E. L. Doctorow, Gunter Grass, Nadine Gordimer, Jean-Marie Gustave Le Clézio, Herta Muller, A. B. Yehoshua, Scott Turow, Shirin Ebadi y J. M. Coetzee. En suspenso de autoría, otras entrevistas realizadas a V.S. Naipaul, José Saramago, Wilbur Smith, Meir Shalev, Amos Oz, Elie Wiesel…
Debenedetti va adquiriendo así un perfil de periodista pirandeliano o personaje de inspiración borgeana. No se trata de errores simples como los que en 2003 le costaron la dimisión del New York Times al joven Jayson Blair, tras una investigación interna que reveló 39 artículos con falsedades, detalles inventados o citas robadas a otros periodistas de diarios locales. O como el de Stephen Glass, un periodista independiente y colaborador de las revistas Rolling Stone y Harper’s, que inventó por completo 27 de las 41 historias publicadas bajo su firma en el prestigioso semanario The New Republic. Por lo pronto, está probado que tras la falsificacion italiana de las voces relevantes del panorama literario mundial no hay un móvil económico: los periodicos locales donde Debenedetti publicó casi toda su obra periodística le pagaban una miseria (entre 20 y 30 euros) por sus presuntas charlas con los famosos.
Para entender cómo las redacciones tomaron en serio sus colaboraciones hay que rastrear un poco la biografía del periodista. Nacido en 1969, Debenedetti es hijo del famoso escritor Antonio Debenedetti y nieto de Giacomo Debenedetti, uno de los más grandes críticos literario italianos del siglo XX. Parece ser que el “entrevistador” usó el prestigio de su apellido para presumir de una amplia red de conexiones que le permitía el acceso a las celebridades del mundo literario.
Ayer Judith Thurman consiguió finalmente hablar por teléfono con el periodista. Debenedetti lo niega todo y dice que Roth y Grisham mintieron sobre Obama “por razones de oportunismo político”. Pero las evidencias que podrían exonerarlo tampoco existen. Debenedetti parece un poco sorprendido por la acusación, pero se encarga de recordar que cuando hace unos meses se difundió la falsa noticia de la muerte de su padre, también los medios la reprodujeron sin comprobarla: “Me molesta la facilidad con que los medios de comunicación publican cualquier noticia sin una verificación adecuada.”
En una época donde internet viaja tan rápido, habrá que pensar más detenidamente en recurrir a la literatura fantástica poniendo globos en la boca de otros.
Fíjense que hay dos muchachos que saben mucho que ya están pensando en hacerle juicio. Nada menos que mi querido abogado constructor de maravillosas historias de jueces del Sur de EEUU, ahí donde reivindican el uso de armas y los gay forman parte de los cuentos de hada pero que no existen en la realidad.

Roth, Grisham and the scoops that never were
Italian journalist Tommaso de Benedetti has quoted writers Philip Roth and John Grisham criticising President Obama. But neither has ever spoken to him

dhttp://images.google.com.ar/imgres?imgurl=http://static.guim.co.uk/sys-images/Guardian/Pix/pictures/2010/3/31/1270055208851/Philip-Roth-and-John-Gris-001.jpg&imgrefurl=http://www.guardian.co.uk/world/2010/mar/31/roth-grisham-fake-interview-obama&usg=__0kUXHZ0HUUU77Dsn7Xy9xfK2kd8=&h=276&w=460&sz=34&hl=es&start=7&itbs=1&tbnid=pkPfpNeb0n59AM:&tbnh=77&tbnw=128&prev=/images%3Fq%3Dtomaso%2Bdibenedetti%26hl%3Des%26gbv%3D2%26tbs%3Disch:1


Ya en 2005 hubo otro caso, pero no tan conocido.
MEDIOS : UNA PERIODISTA FALSIFICO MAS DE 770 NOTAS ONLINE, DOS EN UNA PUBLICACION DEL MIT
Otro fraude periodístico en EE.UU., esta vez en Internet
El hecho desató la polémica sobre los controles de calidad en los medios online.Fue un fraude periodístico más, pero no fue un fraude cualquiera, especialmente por la investigación que se generó para detectarlo, y por el ámbito en el que sucedió: Internet. La periodista estadounidense Michelle Delio, quien desde enero de 2000 había escrito 770 artículos para Wired.com, escribió, publicó y firmó dos notas (en febrero y marzo de 2005), en TechnologyReview.com, una publicación editada por el Massachusetts Institute of Technology, el célebre MIT. Los artículos estaban referidos a Carly Fiorina, y a su gestión como CEO de Hewlett-Packard, la empresa trasnacional del área informática. Michelle Delio publicó las notas "Carly''s gone" —La partida de Carly— y "Carly''s Way" —El camino de Carly—, y en ambas era implacablemente crítica con Fiorina, conocida fugazmente en la Argentina cuando contaron que esperó en vano al presidente Kirchner, quien no la atendió en la Casa Rosada.En sus notas, Delio citaba como una fuente a un ingeniero que había emigrado a los Estados Unidos desde Hungría y que había trabajado en Hewlett Packard entre 1975 y 2003. La empresa no encontró ningún registro de la existencia del técnico húngaro, llamaron a Technology Review, que realizó un minucioso chequeo y llegó a la misma conclusión. El técnico no existía, la fuente era falsa, y la revista tuvo que retractarse. Ante este descubrimiento, en Wired.com empezaron a preocuparse y decidieron investigar a Delio y a sus fuentes. Se lo encargaron a Adam Penenberg, columnista del sitio y profesor de Periodismo en la New York University. Penenberg, que descubrió el fraude periodístico perpetrado por Stephen Glass en la revista The New Republic — en el que se basó la película Shattered Glass (Cristales rotos)—, le contó a Clarín cómo investigó las mentiras de Delio y reflexionó sobre la calidad periodística.