viernes, 19 de noviembre de 2010

Norah, la eventual hija de Ravi Shankar, Jones


Estoy enviando el comentario musical del suple Nea del diario donde trabajo y que sale el domingo 21 de noviembre. La memoria me devolvió a mi ciudad natal y lo que implicaba ser pobre (o clase media pobre) y tener que re-buscarte con la música. Me gustaban los Beatles pero sus fuckings discos SIEMPRE fueron caros. Entonces, vi la foto de ellos (ver tapa del disco) y pensé que obtendría algo. Un fiasco, bah, como digo en la nota.
Era adolescente cuando vi por primera vez en la vieja casa Imlauer de Eldorado (uno de los dos locales que vendían discos, hasta donde yo recuerde) un álbum en oferta donde presentaban a Los Beatles pero no era de ellos. No. Ahí estaba el truco. Era un disco de Ravi Shankar un gurú de la India que los muchachos de Liverpool habían conocido a instancias del bueno de George Harrison, siempre tan inclinado a las experiencias religiosas de tipo oriental. Y creo que funcionó. Compré el disco que –por supuesto- traía muchos sones con la cítara y aires de la India (muy al estilo Baby you’re a richman o Within You, Without You,) y muy poco de los Fab Four. Un clavito, digamos.
Pero la historia es que el bueno de Ravi vio el filón. Los Beatles lo dejaron a él pero él no dejó la fama. Y se mudó a Estados Unidos. Y conoció una muy bella sureña que trabajaba de promotora de eventos. La chica estaba lejos de casa, medio tristonga y el indio supo “entrarle”. ¿Conclusión? Ella volvió a mamma’s home con el “titulito”. Así nació Norah Jones, bella como su madre pero petisita como su padre con esos maravillosos ojos grandes y oscuros.
Y claro, con el equipo de música de “grandma” sonando todo el día, mamó toda la música del Sur de Estados Unidos. El jazz, el blues, el rythm and blues. Todo. Y desde chica (bueno, era más chica todavía) aporreó el piano con habilidad.
Con buen oído, una más que aceptable voz, buen gusto para elegir las compañías y formación musical de base, migró hacia la gran ciudad. Su primer disco fue un suceso: cosechó todos los Grammys que se podía. Sí, las fotos muestran cómo no le alcanzaban los brazos para contenerlos.
Pero la vida siguió. Norah continúa siendo una más que correcta pianista con una voz flexible, modulable que se acomoda a sus eventuales Partners y demostró ser inmune a las modas, todo un mérito para la pequeña hija de Ravi Shankar (al que nunca le prestó demasiado interés, por otra parte).
Y hoy ya no es la niña mimada de la industria pero sigue siendo una respetable música que se junta con gente que sabe de qué va la cosa… y canta… Y toca. Y le sale bien, que es lo más importante.
Así en estos casi diez años que van desde 2001 se dio el gustazo de tocar y cantar con monstruos como Ray Charles y Dolly Parton.
El arranque no puede ser más esperanzador: Con The Willies una banda que integró Love me es un punto muy alto.
En el track 3 Turn them Sean Bones vuelve a quedar claro que lo suyo es combinar piano órgano y clavinet. Muy buen tema
El 4 con Willie Nelson se nota el buen enganche de voces: Baby, It’s could outsider (Nena, hace frío afuera)
En el track 5, se destaca el buen ritmo vaquero Bull rider y la buena voz de compañía de Sasha Dobson denota que le hace bien coactuar con cantantes folks
Little lou ugly jack prophet John otro notable momento de voces excelentes.
Con Ray Charles, Norah se maneja como pez en el agua. Es como pensar a Marcela Morelo (por decir alguien) cantando con Polaco Goyeneche.
En Loretta (track 13) vuelven a destacarse las voces increíbles y guitarra folk así como cuando presenta a Dolly Parton en Creepin’in (track 15) ya comentado anteriormente en un álbum solista de Jones.
Como no podía ser de otra manera hay conexiones con el mundo actual. NO está mal. Ahí aparecen Foo Fighters, Outkast, Q-Tip. Rap y otras lindezas. No parecen conjugar con el resto del estilo de la modosita hija de Ravi Shankar.
El disco –con escasísima información en el booklet- tiene bien ganado un lugar de recomendable.

lunes, 15 de noviembre de 2010

El tenor de una buena historia

No conocía la historia de este tenor cordobés. Y resultó llamativa. Un tipo que tiene 30 años y que en general ve crecer su panza mientras se dedica a tomar fernet y sufrir con Belgrano (o Talleres o Instituto) de Córdoba, quema las naves, agarra su mujer, su hija y se va por el mundo ¡a cantar!
“La carrera del tenor argentino Marcelo Álvarez es un modelo ejemplar de los ingredientes tan vitales que hacen a un gran cantante: inteligencia, persistencia, paciencia y –lo más importante de todo- la sabiduría para elegir el repertorio correcto para una voz y cantar los papeles adecuados en el tiempo correcto”.

Así comienza el análisis –en inglés- de la historia y performance de este cordobés que hoy –como bien dice el texto- aparece en los mejores teatros líricos del mundo: “El cantó inicialmente en la Opera de Venecia pero se inició igual que otros tenores antes con el ‘bel canto’ y el repertorio francés y luego con sus voces maduras, se aventuraron en territorios más dramáticos”.
Así Alvarez fue pasando por los teatros de provincia. “Luego de tres años de su debut operístico en Venecia, ya estaba listo para aparecer en teatros como el Covent Garden (Londres), The Bavarian State Opera de Munich, La Scala, The New York Metropolitan Opera y las casas de opera en Hamburgo, Viena, Genova, Berlin, Verona y Napoles”.
Y así –aunque parezca increíble- van apareciendo las orquestas que dan el marco musical a la voz de este notable argentino de 48 años: la de Dresde, la Welsh National de Inglaterra, la Filarmónica de Niza, la Nacional de Paris, la ‘Sinfonietta’ de Roma, la de la Ciudad de Praga, entre otras.
¿Qué dirá de sí mismo, en su página web?
Cita a otros, simplemente: "Canta con una elegancia en su fraseo como no se oía desde los tiempos de Kraus, pero con una voz aún más fresca y sensual"; "es el mejor Hoffmann desde el joven (tenor español Plácido) Domingo", sentenciaron los expertos de los londinenses The Times y Sunday Times, respectivamente”.
Esta es una historia de vida: Hasta los 30 años, sólo cantaba en los asados. Había estudiado música y canto en Córdoba de 5 a 17 años. Y luego Ciencias Económicas y a manejar la carpintería de muebles de algarrobo de papá. Y en ese punto, hizo click. “Fue mi mujer Patricia que me impulsó”. Vendió todo. “Hasta la motito”. Se fue a Buenos Aires y luego a España. Y de ahí a Italia. A cinco años de la decisión de su vida, ya estaba cantando en la Scala di Milano. Hoy no para de trabajar: de cantar, bah. Tiene agenda hasta 2013. Y hasta grabó para otro sello: Decca. Y se lo sigue agradeciendo a Patricia.
Fin.

Rod Stewart y una reflexion sobre los mundos cambiantes

Hace 50 años el mundo era otro, definitivamente.

“El desafío americano” era el best seller y explicaba por qué los norteamericanos eran dueños y señores de todo el planeta. Y no sólo en cuestiones políticas o militares sino –y no menos importante- en temas que iban desde los negocios y la mentalidad empresaria hasta llegar a la cultura, la música y el cine.
Claro, -a la sazón- apenas la resistencia de la Unión Soviética era la única oposición que sufría el gigante del Norte. Después vinieron John Kennedy, Vietnam y la avanzada japonesa en los negocios. Y el mundo cambió definitivamente.
Pero en ese preciso momento, si uno pone ‘stop’ al giroscopio del mundo se daría cuenta que “la” música se cantaba en inglés y los cantantes y bailarines de ese gran país eran los que mandaban.
¡Qué se puede decir de las películas de Hollywood! Con los bailarines excepcionales como Fred Astaire y Gene Kelly, la música que sonaba era acompasada, lenta, rítmica, como las olas del mar golpeando contra las costas.
Esa música, amigos, marcó una época. ‘Ta bien, ‘ta bien. Admitámoslo: algunos lo rechazaban desde lo ideológico pero el paso del tiempo decantó esa cuestión. “Cuando me fui a vivir a Estados Unidos –contaba el multipremiado por Hollywood, Gustavo Santaolalla al dejar Arco Iris y mudarse a San Francisco- pensé que iba a encontrar una cueva llena de imperialistas. Y nada más equivocado. Había gente como nosotros, con una creatividad increíble y ahí me quedé”.
Hoy es el turno de reivindicar esa cultura, dijo el sesentón Rod Stewart. Y –de paso- facturar a lo loco. Great American Songbook es un fenómeno mundial que alcanzó 17 millones de discos vendidos, (múltiple platino), informa Sony, con una sonrisa inocultable.
Y éste, en especial, bajo el subtítulo “¡Fly me to the moon…” el álbum más bailable de toda la serie!
El hombre que demostró un amor parejo hacia las rubias despampanantes, los hectolitros de whisky y el fútbol exhibe una virtud definitoria: su voz excepcional.
Y desde allí se lanzó a cantar “esas” canciones que inundaron su infancia. Y le sale bien.
A los que quieran escuchar “esos” éxitos de cuando Estados Unidos era el amo y señor del planeta. Y que además, suene como Dios manda, ÉSTE, amigos, es el álbum. Para escuchar y bailar “Cheek-to-cheek”, mientras me llevas volando a la luna y… ¡también bajo tu piel! Eso sí, sin olvidarnos del lado soleado de la calle y mi tonto corazón ve la lluvia de septiembre en Moon river.
*publicado en Nea de El Territorio 14 de nov 2010

lunes, 8 de noviembre de 2010

Este chico no puede ser parte del Club

La vi arrumbada en una mesa de saldos y me llamó la atención el título.
Además creía haber oído hablar de ella.
El club Dante.
De Matthew Pearl, su autor, nada conocía.
…Y sí, era la novela iniciática.
De Dante, algo había escuchado pero no mucho.
¿Recuerdan la novela El octavo círculo que hablaba de las delicias del menemismo? La habían escrito Gabriela Cerrutti y Sergio Ciancaglini. Remitía al lugar del infierno Ella después haría otra novela de menemismo explícito triple XXX con El Jefe, pero esa es otra historia.
Bueno, el tipo es importante, piensa uno, aunque nunca leyó ni siquiera un verso ni menos una estrofa de la Divina Comedia.
Pero claro, con toda la experiencia encima de haber leído El nombre de la rosa, y  -no se puede comparar, pero va- El código Da Vinci, de a poco se va estancando.
Yo hubiera agregado para completar la trilogía El péndulo de Foucalt que tendrá más esoterismo pero implica necesariamente el traspaso de algunas vivencias muy fuertes de Umberto en su juventud sesentista y comienzos de los setenta (algo que por obvias razones no pudo hacer con el Nombre…)
En fin, amigos, empecé, la abandoné, dejé de leer, retomé.. Y no hay caso.
Creo que a Matthew (linda perla para nuestro collar) le quedó grande el desafío. O quizá simplemente nunca será un buen novelista.
¿Qué tiene para ofrecer?
Una manera absolutamente ralentizada de amontonar hechos inconexos y datos históricos.
Hace unos buenos años Ricardo Piglia fue lanzado a la estratósfera del mercado literario nacional como la gran esperanza blanca. Sin embargo su Respiración artificial me produjo esa misma sensación.
Los que mucho conocen de un tema aparentemente quieren exponerlo todo. Y lo hacen! Apilonan inconcebibles cantidades de datos que nada ayudan pero se olvidan de qué va el género.
En fin, no soy un profesor de Literatura pero –definitivamente- sé que me gusta.
He leído novelas mucho menos pretenciosas pero con una gracia y calidad en el relato que bien le vendrían a esta hermosa ‘perla’ copiar ese estilo.
Quiere algunos ejemplos, aunque algunos sean virtuales desconocidos?
Ahí van: Cold Mountain o Regreso a Monte Frío de Charles Frazier (histórica luego de la guerra de la Secesión igual que Club Dante). Fue al cine con Nicole Kidman y Rene Zelweger, pero en libro fue superior). Soy Charlotte Simmons de Tom Wolfe, casi 900 páginas y nunca es pesada: con una escena inolvidable cuando el padre de Charlotte enfrenta a unos patoteritos y le demuestra a sus dos hijos varones qué es ser un hombre en la zona montañosa de EEUU; La matriz del infierno de Marcos Aguinis, impresionante por donde se la mire, al igual que La Gesta del marrano; El desierto de Carlos Franz, novela sobre qué y cómo hicieron los chilenos con sus desaparecidos durante la dictadura de Pinochet; o la muy atractiva Empire Falls una muy atractiva reconstrucción de la caída de un pueblo que tuvo su única industria en la actividad de hilandería y debe cerrar de Richard Russo.
Amigos no terminé aún El Club Dante, pero bueno, estoy llegando. Mandenme buenas ondas para que pueda lograrlo.
Así atraparemos al maldito autor de los asesinatos.
Y además empecé a leer la Divina Comedia. Eso sí, no pude encontrar el Círculo del infierno donde queman a la gente las plantas de los pies mientras permanecen tumbados boca abajo en el suelo. No lo hallé… Pido ayuda… Help.
Ah encontré estos comentarios en blogs: Como apreciarán, muchos no están a gusto con el estilo Pearl. Pero a algunos les gustó. Quizá la última opinión (casi profesional) termina por redondear el concepto.
Y no puedo decir: no la lean. Más bien diría: Están advertidos. Vayan preparados.


Novela aburrida, que se hace eterna y que te obliga a saltarte al comienzo párrafos enteros y al final incluso páginas sin perderse nada importante.
Creo que uno de los principales motivos de mi falta de interés se debe a lo poco familiares que me resultan los personajes reales, a que no me interesan lo más mínimo y a que la forma de relatar del autor es confusa,


Estoy de acuerdo contigo, a mi tampoco me gustó nada. se me hizo muy aburrido, no fui capaz de engancharme ni por un momento.
creo que si quitasen todo lo que le sobra se quedaría en un libro de 50 páginas

¡Por fin encuentro una crítica objetiva a El club Dante! Yo también lo compré pensando que sería una novela que me atraparía de prinicpio a fin, pero no, estaba equivocado. Me apreció aburrida, densa, sin ritmo y muy pretenciosa. Al autor, muy joven y atractivo, por cierto, lo quisieron hacer pasar por el nuevo Dan Brown, pero ni uno ni otro convencen
Más de tres veces he tratado de leerlo, pero lo dejo cargado de tedio. Definitivamente, una novela-ensayo, como tú bien dices, cuyas partes más interesantes son los textos de su contraportada. Alberto Olmos.

Comienzo a leer; macabro pero interesante inicio, primeras páginas,ésto promete. Sigo leyendo,¡Santo Cielo!, policías, delincuentes, literatos, críticos, tesoreros, rectores, editores,...se presentan y amontonan, encima enfrente, arriba, bajo, detrás y al lado. ¿Es el infierno? ¿Acaso el cielo?, no. Es el Caos. Lo siento Matthew, página 55,lo dejo.

Abandono por ko técnico en la página 72. Insulsa, desvaída, personajes indefinidos e indefinibles, párrafos que hay que leer y releer para averiguar que quieren decir... No se si es problema de escritura o de traducción (posiblemente ambos) pero no comprendo como se pudo comparar con "El nombre de la rosa". La única comparación posible pero antagónicamente es con el "El libro gordo de Petete" que te enseña y entretiene. Este club ni una cosa ni la otra.

Entiendo que a seguidores de libros facilones como "El Código Da Vinci" les resulte espeso, denso y difícil. La clave está en que, a diferencia de Dan Brown, Mathew Pearl no sólo sabe entretener sino que también sabe escribir. Sí, existe una literatura en la que los personajes, a parte de ser guapos o feos, gordos o delgados y llevar jersey de cuello vuelto o no, tienen profundidad.

ACÁ METO LA CUCHARA YO. NO estoy de acuerdo con ese concepto de "libros facilones". Recuerdo sólo una frase del Negro Fontanarrosa. "Los libros, los cuentos, las novelas no tienen que ser una carrera de obstáculos donde uno tiene que ir sobrepasando la inhabilidad narrativa del escritor para tratar de alcanzar la trama"... O algo así...

Soy escritor y trabajo como free lance para varias editoriales aquí en México. Incluso trabajo para Planeta, filial de Seix Barral que publica este título de Matthew Pearl. Aunque soy lector profesional y de eso vivo, les puedo decir que la trama es interesante, pero le sobran páginas. El autor, que debe tener ahora 34 ó 35 años va mejorando su escritura conforme avanza su novela, pero eso es un error como escritor, nadie tiene la obligación de quedarse a leer hasta la página 300 para que la obra comience a fluir. Estoy de acuerdo en lo que han dicho, le sobran palabras y detalles. Los primeras 50 páginas son insufribles. A partir de la 200 comienza a funciona